10/5/09

triste historia.


Conocía perfectamente ese papel doblado. Su forma, tamaño, sus pliegues. Reconocerlo me produjo un golpe de dolor a la altura de corazón, hacía meses que lo tenía olvidado.

Por si acaso, me aproximé para comprobar si era el papel que yo creí reconocer. Lo desplegué y rápidamente aparté la mirada al distinguir SU letra. No quise verlo ni un segundo más, lo cerré apresuradamente para no leer por error ninguna palabra que me recordase a él.

Cogí la carta y la escondí en el más profundo rincón del último cajón de mi cómoda, lo guardé en el lugar más alejado de la vista, sepultado entre otras muchas cosas, allí donde la luz no llega y puedo mantenerlo en el olvido unos meses más hasta que de nuevo por error, vuelva a recordar esa carta que tanto significó en un pasado, y que tanto dolor me causa en el presente.

Cerré los ojos y me dormí mientras sentía cómo resbalaba una lágrima por mi mejilla.


Andrea Dorantes Otero.

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