20/7/11

En estos días me he portado mal. Muy mal.
No consigo entender cómo llegué a ese punto.
Odio (odio) acostumbrarme a que me quieras y me cuides, a que siempre te quedes tú con el trozo más pequeño de la tarta y me des a mí siempre el más grande. A que camines tú por el lado de la carretera y yo por el del bosque. A que tú lleves mi mochila cargada de cosas para que no me duela la espalda. A que siempre puedas forzar una sonrisa a los diez segundos de enfadarte conmigo (y con razón). A que me abras la puerta y me dejes pasar primero a mí.

A que me aguantes siendo caprichosa, egoísta, injusta e infantil cada día, a que pague todos mis enfados contigo. Y que consigas perdonarme cada vez sin hacer ningún esfuerzo.

Y a que seas la persona que lo hace todo por verme feliz.

Odio acostumbrarme a todo ello. Porque después me vuelvo un ogro contigo, con la única persona del mundo que no se merece nada de esto. La única persona del mundo que tiene el cielo ganado. Y después, como si el ogro hubiese venido y luego se hubiese marchado sin que yo fuese consciente, como si hubiese sido poseída por un momento, observo todo y me pregunto ¿cómo? ¿Por qué? ¿Cómo he llegado a este punto? ¿Cómo soy capaz de hacer tanto daño a la persona que más me quiere?

Por todo, siempre: lo siento.

No hay comentarios: