25/8/11

Lost in the supermarket.



El otro día, hablando con mi amigo Felipe, me sorprendí describiendo casi poéticamente por qué me gustan los supermercados. Así que intentaré plasmarlo más o menos como lo hice aquella vez.
Comencé a comentar esto porque salió a colación el comienzo de la película "El gran Lebowski" que Felipe me enseñó hace relativamente poco, mezclado con el comentario acerca de "Un supermercado en California", poema alegórico de Allen Ginsberg donde relata sus peripecias junto a Walt Whitman en un supermercado a medianoche.

El caso es que me gustan los supermercados. Pero no los que yo haya conocido de primera mano, sino aquellos que he visto a medias en películas o he imaginado. Me recuerdan a los días de lluvia oscuros en que te encuentras en la universidad, el trabajo, el instituto o el colegio, donde la luz proviene de los fluorescentes que tintinean (afuera está demasiado nublado como para dejar la luz apagada), y donde el suelo está lleno de huellas de agua. Donde no sabes dónde dejar el paraguas mojado y acaba goteando colgado de algún radiador, junto a tu chaqueta estirada para ver si se seca en el lapso de tiempo que pases en ese (hipotético) lugar -algo imposible, por cierto-. También me recuerdan a la sensación de viajar por carretera de noche y parar a repostar en alguna gasolinera 24 horas, la cual te ofrece el único lugar donde estirar las piernas en medio de la nocturnidad, te ofrece un refugio ante las fieras insomnes, por impersonal que pueda llegar a ser una gasolinera. Te sientes arropado de algún modo.
Pues esa sensación es la que me da imaginarme en un supermercado así. Supongo que es porque me lo imagino de noche, y también porque supongo que la imagen que me viene a la cabeza siempre es de los refrigeradores y nunca de los largos pasillos repletos de estanterías repletas a su vez de productos. Y por eso relaciono la luz fluorescente que sale de esos mostradores-refrigeradores. Me imagino a Ginsberg y a Whitman corriendo como dos chavales de cinco años de un mostrador a otro, robando lo que pillan y tomándoselo por el camino, siempre sin pasar por caja.
Aparte de la particular sensación de "abrigo" también me gustan los supermercados por la contradicción que eso produce al ser un lugar totalmente de paso y de ningún modo ideado para gustar al público. Como dicta la sociedad, el lema es "entra, observa, compra y sal de aquí lo más rápido que puedas".
Pero es un lugar donde todos somos iguales, aunque tengamos más o menos dinero -ya que eso no se ve en la cara, y mirar en una tienda puede mirar cualquiera, rico o pobre-.
Por ello, la imagen de "El nota" de "El gran Lebowski" vestido con pijama y bata en medio de un supermercado me gusta, me encanta, me transmite lo que quiero decir.






Espero que esta ida de cabeza no me la tengáis -sí, pocos pero fieles lectores- muy en cuenta. Es la una de la madrugada y no estoy muy lúcida que digamos.
Espero también que me hayáis entendido. O que lo hayáis intentado.

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