31/8/11

Se le caía el jersey al suelo y Mrs. Hyde exclamaba para sus adentros "¡Joder!", mientras se agachaba con rabia a recogerlo.
Él, que caminaba a su lado, lo oía y se entristecía. Era imposible de ocultar que ella había llegado de nuevo.
Era imposible porque automáticamente se le formaba una arruga sobre la ceja derecha y su iris marrón se volvía negro y profundo, inabarcable. Síntomas inequívocos, sin duda, de que otra maldita vez Mrs. Hyde la había poseído.
-¿A dónde quieres que vayamos? -preguntaba él, denotando miedo en su voz, que temblaba-.
-No sé- respondía, con mezcla de enfado y tristeza. Porque no sólo se volvía cruel, sino también exageradamente triste. Una tristeza que era imposible de expulsar de sí, y la controlaba y la empapaba hasta la médula de cada hueso.
-Venga, di un lugar. ¿Qué quieres hacer? Iremos a donde tú quieras. -sonreía él, con ternura, en un intento desesperado de ablandarla-.
-He dicho que no sé. -escupía- No quiero hacer nada.
-Pues no haremos nada. ¿Qué te parece si nos vamos a casa y dormimos un poco? -seguía sonriendo-.
-He dicho que  no me apetece hacer nada. Y dormir es algo. No me apetece nada, na-da. -volvía a escupir cruelmente, aunque su yo real, que se agazapaba en su interior reprimida por Mrs. Hyde, se entristecía al ver cómo salían esas palabras tan despiadadas (que no eran suyas) por su boca hacia la persona que más quería en el mundo. Y lloraba por dentro, incapaz de hacer nada por evitarlo. Viendo fotograma a fotograma cómo a él se le partía el corazón una y otra vez a cada sílaba.

No hay comentarios: