Cierro los ojos y siento cómo me sale aire del pecho. Me oprime, pero de otro modo. Las venas y arterias, antes vacías, frías, grises, se llenan de vida, roja, cálida, con su rugir ensordecedor salpicándolo todo de belleza. Un cuerpo viejo, roto, devastado, que yace en el barro, se siente revivir. Una nueva oportunidad es brindada por el azar. Una tiene de nuevo derecho a caminar. A devolver el color a la carne. A calentar de nuevo sus huesos.
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