Ilustración del cuento El pato y la muerte de Wolf Erlbruch
14/9/14
A menudo me encuentro con ganas de ahondar más, de meter el dedo en la herida y hurgar, de sacar algo que no conocía. Ese agujero se hace más grande y siento placer al verlo crecer. Lo lleno y a la vez lo agrando con poemas, la literatura me salva y me hunde y me ayuda a cavar y cavar más hondo. Leo a Ada Salas, me recreo en el dolor de Salinas en el final de La voz a ti debida, lloro a Pizarnik, uno a Aleixandre, Neruda y Safo, siento y creo una conexión entre mi herida y las suyas, intuyo un río que las enlaza entre sí. Esas heridas me ayudan y a la vez me hunden más, es esa oscuridad la que me fascina y me da miedo, intuyo la sombra aguardándome, creo ver la tristeza en el quicio de la puerta mirándome con esos ojos, los miro mirarme esperando un momento de flaqueza, de debilidad en el que me asaltarán y me devorarán como el zorro devora al conejo, y así sea lo cíclico, lo esperado.
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