Corro por la calle, buscando. En un café que hace esquina creo ver su nuca, y me detengo violentamente, haciendo que unos paseantes choquen contra mi espalda. “Perdón, perdón”. Compruebo que es él y entro alocadamente en el café. Es uno de eso en los que el suelo del establecimiento está más bajo que la altura de la calle y tienes que bajar unas escaleras. Él está sentado leyendo al lado de la ventana. Cojo la silla más próxima, correspondiente a otra mesa, sin preguntar si está ocupada y me siento a su lado.
-¿Por qué lo haces?
Él me mira asombrado, no había reparado en mi presencia.
-¿Por qué hago qué?
-No te hagas el tonto.
-Ya sabes que soy un gilipollas.
-Eso no es excusa, ya lo sabía. No es excusa para marcharte sin nisiquiera compartir tu café conmigo, o leerme el periódico, o esconder mis zapatillas y hacerme andar descalza por casa. No tienes derecho.
-Lo siento. No tomé café porque quería venir aquí, ni te leí el periódico, porque quería comprarlo en el kiosko de Gran Vía que tanto te gusta, ni te escondí las zapatillas porque me di cuenta de que hoy habían bajado mucho las temperaturas. Salí sin decirte nada porque quería estrenar mi gabardina nueva, y hacer todas esas cosas que ya te he dicho.
-Bueno.
-Y además, sabía que no tardarías en llegar. Ya tengo el periódico y te he pedido un café. ¿Te escondo los zapatos?
1 comentario:
Que puta preciosidad de texto, me acabo de enamorar ._.
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