24/1/11

Allanamiento de morada.


Miles de lágrimas se contienen, por miedo a emborronar el día, evitando que se corra la tinta que tiñe la jornada de negro. Son esfuerzos inútiles que hacen que el ente vague por la casa, sin objetivos claros ni mirada fija. Es un sentimiento de debilidad constante, sabiéndose que en cualquier instante los esfuerzos por mantenerse en pie pueden ser derrumbados, agotados. En las esquinas yacen recuerdos olvidados, amontonándose junto al polvo de un hogar en el que desde hace años no penetra la luz del Sol. Este Sol, tímido, se queda en el alféizar, sumido en su indecisión por entrar en una casa ajena; tiene miedo de que, al llenar la casa de luz, sus sombríos habitantes lo denuncien por allanamiento de morada. Así que ahí se queda, observando cómo la herrumbre de los siglos va sumiendo ese lugar cada día más y más en el abandono, triste y solitario.

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