26/3/11

A veces me gustaría.

A veces me gustaría ser ignorante de lo que ocurre, no saber nada de lo que pasa a mi alrededor. A veces me gustaría irme a un lugar alejado de todo, ya sea el Tíbet o el desierto de Arizona. No por las vistas, sino para apartarme. Me gustaría no darme cuenta de cómo es el mundo. La gente. Lo que la educación, los medios y el gobierno han hecho de nosotros. Lo crueles que somos sin que nadie nos fuerce a ello, la capacidad para hacer daño que sale gratuitamente de nosotros. Porque somos así. Si en el océano no somos nadie, en un charco procuramos hacernos notar. Que nos oigan, que sepan quién es el que manda aquí, en este recinto. Porque en el mundo somos demasiado poco, pero aquí podemos mostrar nuestra faceta más horrible. Porque, total, nosotros no somos el débil, al que machacamos. Sólo sentimos la euforia de quien está por encima de todo, de quien puede actuar según se le antoje, sin represalias.
Estamos muy concienciados con las injusticias mundiales, pero luego nos arrastramos por un dólar. Así va el mundo, A brave new world.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sin embargo, ser consciente de que las cosas son así, por muy inalcanzable que sea el aspirar a cambiarlas, nos da algunos razones para persistir en luchar por que cambien.

Nadie podrá negarte nunca que con la ignorancia se puede ser estúpidamente feliz, pero debes plantearte si has venido a este mundo sólo para ser feliz mientras otros se pudren. Es fácil querer ignorar que gran parte de las desgracias de otros suceden gracias a nosotros, pero eso sólo va a seguir alimentando su sufrimiento (¿Te gustaría olvidar a sabiendas del precio que terceros pagan por cegar tú tu conciencia?). Saber es el primer paso para atreverse a dibujar los límites por los cuales uno no está dispuesto a pasar.

Alguien dijo una vez "No pidáis justicia si os da miedo, reparo o pereza denunciar la injusticia".

Andrea Dorantes dijo...

Estoy totalmente de acuerdo, no pienso dar la espalda a lo que ocurre, no estoy dispuesta a actuar como lo hace el 80% de la población. Simplemente he querido dejar constancia de cómo a veces el pesimismo y el cansancio se adueñan de uno. Y se llega hasta a pensar que igual estaría mejor siendo uno de esos, en vez de estallar de rabia ante cada suceso que nos llega, mediado o no, a nuestra casa. Y todo esto me ha venido a la cabeza al asistir ayer al espectáculo The Wall de Roger Waters, denunciando el control social, desde la educación hasta el gobierno, pasando por la propia familia. La crítica hacia el dólar, que luego se ve CONTRARIADA a la salida, al ver que en la tienda de merchandising, cobran 40 euros por una camiseta del evento.
Muchísimas gracias por comentar y dar tu opinión. :)