Vuelvo del baño y me siento al ordenador. Ha estado buscando algo en Google Maps. Veo que es un mapa de Chile, un precioso océano colindando con montañas llenas de color verde.
-Mira, aquí es donde está mi casa -mientras busca rueda arriba, rueda abajo todas las calles de una zona relativamente cerca de Valparaíso- ¿Ves? En esta casa vivía yo.
-Hala, qué jardín más grande.
-Sí, y mira, este era mi colegio -busca con ilusión en los ojos, recordando calle a calle lo que una vez fue su ciudad.
-¿Es el Espinillo? -digo, riendo. Ese colegio visto desde arriba se parece mucho a nuestro carcelario instituto en Madrid.
-Sí, tía -corta la conversación para seguir buscando algo que todavía no me ha revelado- y mira, esta es la casa de mi abuela. El jardín era genial, pero como ahora la alquiló, ya no es como antes. Siempre que se alquilan las casas se echan a perder.
Me gusta verle a oscuras, con la cara iluminada de forma tenue por la luz de la pantalla, que realza el brillo delatador en sus ojos.
-Y acababan de construir una nueva autopista, con la que se llegaba super rápido a la playa. Mmm... sí, ésta es. -señala con el puntero algo llamado "Autopista Troncal sur", y me doy cuenta de que adoro todos los nombres que veo en ese mapa, tan lejos de mi casa; suenan como si fuesen un lugar inalcanzable- Pero a mí como más me gustaba ir a la playa era en tren, aunque la estación estaba un poco a tomar por el culo de mi casa, la verdad. -reía- Sí, mira, esto son las vías. Pues siguiendo todo esto, buh, era precioso, porque por todo el camino veías montañas súper altas, y me encantaba. -y siguiendo un camino sinuoso de vías férreas, se detiene en un río- Mira, esto me encantaba de pequeñito.
-¡Anda, pasa por en medio de una montaña! -exclamo al ver que la vía desaparece en un tramo. Nunca había visto un túnel en un mapa.
-Sí, y mira, pasaba por un puente sobre un río, y me gustaba porque, buh, era impresionante. Era como ese edificio y dos o tres plantas más de alto, -indica señalando más allá de la ventana de mi habitación para volver inmediatamente a la pantalla- era genial. Y esto es ya la playa. Es un poco como Santander, la verdad. Y esto, aunque no lo parezca aquí, son acantilados altísimos -señala unas cuantas rocas en la costa.
No pude evitar sentir algo de la nostalgia que se le escapaba por los poros. Se le escapaba y me atravesaba el corazón. Sin piedad. Sin piedad alguna.
2 comentarios:
Interesante escrito,
saludos.
La nostalgia puede ser un arma poderosa, hasta en carnes ajenas.
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