23/10/12

Leí el reportaje en El País Semanal sobre Lo imposible y la historia real de María Belón; me planteé muchas cosas. Ella decía que el primer recuerdo post-ola fue pensar en que no tenía a nadie, que había perdido a su marido e hijos (tres). Que si realmente hubiese ocurrido, se hubiese suicidado, que no aguantaría tal dolor.
Cuando ves la película entiendes muchas cosas. Un plano cenital de todo agua marrón y restos de casas, coches, palmeras y postes eléctricos, excepto por una pobre persona agarrada a un árbol. Piensas, "Dios mío, está viva, puede sentirse afortunada".
Yo no podía parar de cogerle la mano y besársela muy fuerte. No podía parar de llorar al ver la infinita suerte para unos pocos y la infinita desgracia para muy muchos que dejó el tsunami tras de sí, cómo en la desgracia el ser humano vuelve a su esencia moral y amable, que se da al otro, que es capaz de arrancar una puerta de su casa para usarla como camilla para transportar a una desconocida hasta un hospital.
Tenemos suerte de estar vivos, cada día es un maldito regalo y no tendría que hacer falta que una catástrofe como ésta nos lo tenga que recordar. Deberíamos tatuárnoslo en la muñeca. "Acuérdate de vivir". Vivir acorde con ello y no volvernos locos cuando el cliente que está delante de ti tarda más de la cuenta al comprar el pan. No llegamos tarde a ningún sitio.

María Belón dice “Hay que aprovechar cada golpe de vida como una oportunidad”.

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