Justo ahora que empiezo a canalizar mi rabia y a dejarla fluir, a dejar que se vaya y que no vuelva más, a aceptar que no todo el mundo que me rodea es desinteresado, a aceptar que no me tiene que enfadar constantemente este egoísmo que lo inunda todo, aparecen ellos, por sorpresa, y me doy cuenta de que estoy rodeada de gente maravillosa que por nada querría perder, que son los que silenciosamente hacen mi día a día más llevadero y yo lo ignoro la mayoría del tiempo. Hasta que un día me sientan en un sofá, gritan ¡sorpresa!, me hacen té y una tarta deliciosa, me cuidan, me abrazan, y yo no puedo hacer otra cosa que estar eternamente agradecida por cada gesto.
De repente soy consciente de toda la gente buena que tengo a mi lado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario