Un abrazo, fuerte. Me despierto, no, ese abrazo no está sino que hay que volar sobre el océano para encontrarlo. Me muero de ganas de volar hacia allí y perderme en los bosques y en los caminos, de sentirme arropada por sus voces y sus palabras cálidas. Y es que me siento más cerca de aquellos bosques que de estos asfaltos sin nombre, escribo poemas sobre ello y también lloro a veces; porque está dentro de mí y quiere escapar y hace daño en el pecho.
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