1/12/12

Nada nos ata, pisa la vida y arranca.

El verano se cuela por las rendijas, desde el otro hemisferio. Se introduce en libros y en películas, a modo de siesta con la ventana abierta y las cortinas hinchadas de viento, de paseos pintalabiados  y nocturnos por la metrópolis, de despedidas en el puerto con un pañuelo blanco en la mano que ondea y de miradas pícaras.
También se cuela el invierno en este nido que me protege del frío real, del cansancio. Se cuela a través del té de fresas y nata, de galletas de gengibre, de cajas de bombones, de estufas halógenas, de calor animal y luces bajas.

Los bombones nunca vienen mal, 'endúlzate la vida' reza la etiqueta.

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