Se hizo el silencio.
Según iban saliendo las palabras de tu boca,
una a una,
iban afilándose,
convirtiéndose en dagas que se me clavaban
a cámara lenta
Podías ver mi expresión mudar al dolor
podías ver mi color tornar a la sangre
Se oía un sonido hueco, un pitido que
indicaba el ritmo de los latidos
a cada segundo más débiles
¿Alguien que me presione el pecho?
¿Algún médico en la sala?
¿Alguien que sepa hacer un masaje cardíaco?
¿Alguien que devuelva la vida a este frágil corazón,
que no es más que una víscera amoratada?
Que no es sino un efecto colateral.
Que no es sino un músculo devastado
por el fluir del tiempo.
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