El juego,
la batalla,
lo discordante,
lo intermitente.
Jugamos
para no encogerse demasiado
para no empequeñecer
para no dolerse en exceso
Jugamos
para no sentir el agujero
para no pensar
para no herir más profundo
Y entonces jugamos
y de nuevo se acaba el juego
y sólo quedan aceras solitarias pintadas con tiza
sólo quedan pelotas abandonadas
muñecas vacías
sólo queda esta ausencia que me apaga.
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